El mundo me pertenece. Quien no lo ha dicho alguna vez?
Gozamos de nuestra libertad, de lo que somos capaces de hacer, decimos a toda voz y con orgullo lo bien que nos sentimos.
Nos mostramos ante el mundo con nuestra mejor cara, nuestra mejor virtud, fingir.
Y es que a veces ni nos damos cuenta, nos preocupa tanto el "que dirán de mi" que se nos olvida lo que realmente sentimos y fingimos, fingimos estar bien.
Es tanto así, que podemos llegar a creérnoslo.
Y te das cuenta al pasar el tiempo, que algo no anda bien. Que el día, bueno el día llega a ser como las horas de la semana acumuladas, estrechadas escrupulosamente para que te quepan en lo que llaman un día y te parece una eternidad y aunque parezca extraño no te alcanza para hacer lo que debes hacer, aunque no hagas nada.
Te quedas pensando en "que hago mal?" y se te olvida lo bien que hacías todo lo demás. Ahora solo quieres una respuesta, que quizás, sea un poco difícil de encontrar.
Es ese momento que te escapas del mundo y sientes que ya no es tuyo, te sientes indiferente, te sientes solo, que no existes. Y viene a tu mente aquellos momentos en los que decías "el mundo me pertenece" y tratas de pensar y pensar en que fue que fallaste, que hiciste mal.
No te puedo dar la respuesta, yo tampoco sé que fue lo que "hice mal" aunque en el fondo de mí, allá muy dentro de mi, tenga una idea de qué fue y no lo quiera aceptar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario