Este año ha sido un enorme reto personal ya que a veces tenemos convicciones tan claras de lo que creemos que esta bien o mal, de como son la cosas, de como deben ser las personas y de que podemos esperar de ellas, cuando la realidad es que no se puede esperar nada de nadie. Hay que dejar que las cosas surjan espontáneamente que cada quien las sienta y de verdad entienda que es lo que quiere hacer.
La luz que me llevo a escribir esto, fue el hecho de pensar que muchas veces queremos aferrarnos a algo o a alguien como tabla de salvación, para no vivir como náufragos solitarios en este enorme mar que es la vida, pero en el fondo sabemos que esa tabla no es lo que queremos.
Y vivimos con este engaño para pasar el momento, o poder seguir sobreviviendo, porque creamos cierto apego emocional, que lo justificamos con la simple frase de ''estoy bien'', y te quiero o me gusta o me encanta aquello, cuando en el fondo no eres feliz con eso que tienes.
Y no porque quien este a tu lado, no sea una maravillosa persona.
Simplemente cuando vienes arrastrando cosas de tu pasado, relaciones anteriores que no han sido superadas del todo, que terminaron por tu indecisión de lo que realmente querías o esperabas que fuera, o cuando la rutina llego al punto de hacerte pensar que esa relación ya no era para ti, porque sentías que no había futuro y no se estaba avanzando.
Entonces te llega la oportunidad de replantearte las cosas que son realmente importantes para ti, para sentirte bien por ti por lo que eres, no porque nadie quiera que seas de una manera u otra.
No es bueno estar solo todo el tiempo, pero resulta muy interesante poder aprender a convivir con tu soledad, porque tienes el tiempo suficiente para analizar cada uno de tus pasos y descubres inmensas oportunidades para ser aun mucho mejor de lo que eres.

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